<<Artículo inspirado en el contenido del libro Emotional Intelligence 2.0, de los autores Travis Bradberry & Jean Greaves>>
En la etapa de transición que viven los jóvenes de 18 a 25 años, la habilidad para comprender y gestionar las emociones se vuelve crucial. Muchos padres, al ver a sus hijos enfrentarse al mundo adulto, se preguntan cómo apoyarlos para que tomen decisiones más acertadas, mantengan relaciones sanas y alcancen sus metas vocacionales. Aquí entra en juego la Inteligencia Emocional (IE): la capacidad de reconocer, entender y usar las emociones de forma constructiva.
La inteligencia emocional 2.0, basada en la obra de Travis Bradberry y Jean Greaves, va más allá del simple “ser empático” o “controlar el enojo”. Se trata de una comunicación eficiente entre la mente racional y la emocional. Comprender esto resulta esencial para padres que desean acompañar a sus hijos en su camino de autodescubrimiento, ya sea que estén eligiendo una carrera, emprendiendo un proyecto propio o buscando un primer empleo.
Nuestro cerebro está diseñado para sentir antes de pensar. Toda experiencia sensorial ingresa por la base del cerebro y pasa primero por el sistema límbico (la sede de las emociones) antes de llegar al lóbulo frontal (el centro del pensamiento racional). Este “filtro emocional” determina que las emociones anteceden a la razón. Por ello, aprender a identificar y manejar lo que sentimos es un factor determinante en la calidad de nuestras decisiones.
La IE se compone de cuatro elementos principales:
- Conciencia de uno mismo (Autoconciencia): Reconocer qué sientes, por qué lo sientes y cómo afecta tu visión del mundo.
- Manejo de uno mismo (Autogestión): Tomar ese conocimiento y traducirlo en un comportamiento equilibrado y flexible.
- Conciencia de los demás (Empatía hacia el entorno): Percibir con atención lo que sienten otros, entendiendo su perspectiva sin dejarte llevar por suposiciones.
- Manejo de relaciones (Construir vínculos sólidos): Conectar con otros desde el entendimiento mutuo, respondiendo con autenticidad y respeto.
En este primer artículo nos centraremos en la base de todo: la Conciencia de Uno Mismo. Para los jóvenes en etapa formativa, conocerse a sí mismos es el primer peldaño hacia la toma de decisiones vocacionales coherentes y satisfactorias. Como padres, el animarlos a explorar sus emociones les ayudará a encontrar mayor claridad, seguridad y resiliencia.
Conciencia de Uno Mismo:
La autoconciencia implica reconocer las propias emociones sin juzgarlas. Debemos pasar de etiquetas como “emociones buenas o malas” a entender que todas tienen un propósito. Por ejemplo, el nerviosismo ante una elección de carrera no es “malo”; indica que hay algo importante en el juego. La tristeza frente a un rechazo es una señal de que se valora aquello que no se logró. Validar y aceptar lo que se siente es el primer paso para decidir cómo actuar.
Varios ejercicios pueden facilitar el autoconocimiento emocional:
- Dejar de etiquetar las emociones: En lugar de calificar una emoción como negativa, podemos preguntarnos: “¿Qué me quiere decir esta sensación?”
- Observar el efecto dominó de las emociones: Reconocer cómo el estado emocional propio puede afectar las interacciones con los demás. Por ejemplo, un día de estrés puede influir en cómo conversas con tu hijo sobre su futuro académico.
- Analizar el malestar en lugar de ignorarlo: Evitar una emoción no la hace desaparecer; comprender su origen, sí.
- Sentir las emociones básicamente: Reconocer cómo reacciona el cuerpo: respiración, ritmo cardíaco, tensión muscular.
- Identificar los detonantes emocionales: Reconocer qué situaciones, personas o ambientes generan cierta respuesta emocional.
La inteligencia emocional comienza en el interior de cada persona. Para guiar a tu hijo en su vida adulta y vocacional, ayúdalo a descubrir lo que siente, cómo lo siente y por qué. Esta base de autoconciencia será el nacimiento sobre el cual podrá construir competencias para gestionar sus emociones, entender a los demás y cultivar relaciones sanas.
Consejo: Autoconciencia
Puedes compartirle esto a tu hijo: Antes de terminar el día, que reserve cinco minutos para anotar en un cuaderno tres emociones que experimentó durante la jornada, junto con el momento y la situación que las provocaron. Esta práctica sencilla le ayudará a identificar patrones emocionales y reforzar su capacidad de reconocer qué siente y por qué.